Es muy común que las personas, en algún momento de su vida, quieran perder peso debido a los excesos. Cada vez es más habitual tener una vida acelerada en la que nos movemos poco y comemos mal y a deshoras. Por ello, existe un día en el que nos levantamos, nos ponemos delante del espejo y descubrimos que tenemos que eliminar esos kilitos de más que nos hacen sentir incómodos, incluso nos invitan a creer que nuestra ropa ha encogido. No se trata de un problema estético, sino de salud, pues para proteger nuestro organismo debemos alejarnos tanto de la extrema delgadez como del sobrepeso. Ahora, la cuestión es la siguiente: ¿es mejor el ejercicio aeróbico o anaeróbico para perder peso? Te explicamos todos los detalles a lo largo de este artículo para que escojas la mejor opción teniendo en cuenta tus necesidades y tu estilo de vida.
¿Qué es el ejercicio aeróbico y cuál el anaeróbico?
Si queremos decidirnos entre el ejercicio aeróbico o el anaeróbico para perder peso, el primer paso es saber las diferencias que existen entre ambos. Si hablamos de ejercicio aeróbico, debemos destacar que es aquel que se basa en actividades con menor intensidad si las comparamos con las que se llevan a cabo dentro del entrenamiento anaeróbico. Ahora, se desarrollan en un tiempo más amplio. Entre ellas se encuentran correr, nadar, andar o montar en bicicleta, entre otras. El cuerpo, con el fin de obtener la energía necesaria para realizarlas, quema grasas e hidratos, por ello, las personas que buscan adelgazar suelen apostar en primer lugar por este tipo de deportes.
Por otro lado, el ejercicio anaeróbico se basa en actividades de alta intensidad. Por ejemplo, carreras cortas a una alta velocidad, levantamiento de pesas o abdominales, es decir, ejercicios en los que se necesita un alto esfuerzo pero que se realizan durante poco tiempo. Cuando trabajamos nuestros músculos mediante el entrenamiento anaeróbico conseguimos que estos tengan un mayor rendimiento y soporten una mayor intensidad. Por ello, apuestan por él aquellas personas que quieran ver aumentada su masa muscular y su potencia. También las que quieren fortalecer su sistema musculoesquelético.
Control previo
Ahora, antes de lanzarnos ante un método u otro, lo que debemos hacer es un control previo que nos ayude a conocer nuestro estado y nuestra resistencia física para saber qué podemos practicar y qué no. Por ejemplo, podemos medirla mediante una prueba de esfuerzo que nos indique en qué situación estamos. Asimismo, no debemos olvidar que el entrenamiento no tendrá ninguna utilidad sino seguimos una dieta sana. De este modo, es recomendable contar con un profesional que nos guíe a la hora de seguir una rutina deportiva y a la hora de elaborar un menú adaptado a nuestras características.

Las actividades aeróbicas y la pérdida de peso
Como hemos dicho antes, las actividades aeróbicas suelen ser la opción por la que se decantan la mayoría de personas a la hora de perder peso. Por supuesto, se trata de una buena decisión, pues a través de ellas conseguimos aumentar la actividad metabólica. Así, si además reducimos la cantidad de calorías ingeridas, alcanzaremos nuestro objetivo reduciendo las reservas de grasas acumuladas en el cuerpo. Igualmente, tendremos mejor riego sanguíneo y una salud más fortalecida.
La tonificación muscular y la pérdida de peso
Cuando adelgazamos, es muy probable que nuestra tonificación muscular no sea la buscada, sobre todo si se hace de manera rápida. Esto se debe a que la piel no se mantiene tersa y los músculos se muestran flácidos. La razón es que con el ejercicio aeróbico no se trabajan los músculos como tal.
Por ello, si lo que buscamos es adelgazar y además tener un buen estado muscular, debemos tener en cuenta el ejercicio anaeróbico. Así evitaremos, por ejemplo, el aspecto de la piel descolgada que tan poco nos gusta. Ahora, tenemos que dedicar unos minutos también a correr o a hacer bici.
La alimentación y la pérdida de peso
Como ya hemos dicho antes, la alimentación va ligada a la pérdida de peso. Por mucho ejercicio que realicemos, no podemos comer todo lo que nos apetezca, porque, de este modo, la grasa puede no solo no desaparecer, sino multiplicarse.
Así, si lo que buscamos son esos productos con los que los números que aparezcan en la báscula se reduzcan y, a su vez, no pasar nada de hambre, una buena opción es apostar por las legumbres. Una ensalada de garbanzos o un plato de lentejas nos permitirá sentirnos fuertes, sanos y reducir esos kilos de más.
Igualmente, la fruta es indispensable y debemos comer varias piezas a lo largo del día. Por ejemplo, para desayunar, como postre en la comida y para cenar. Lo mismo sucede con las verduras. No está de más apostar por un puré a lo largo de la jornada. Al ser ligero, es muy recomendable antes de irse a dormir. Por otra parte, los frutos secos dan la oportunidad de adelgazar y de sentirse enérgico al mismo tiempo, pues son ricos en hierro, en zinc y en selenio.