El sistema nervioso y el endocrino funcionan para controlar el equilibrio interno del organismo. Estos dos sistemas pueden trabajar en conjunto como un sistema neuroendocrino o por separado. Sus tareas son las de integrar, comunicar y controlar. Estos dos sistemas trabajan comunicándose químicamente con células diferentes especializadas. De cualquier manera, el sistema endocrino y el nervioso no son iguales.
En vista general, una de las fuertes diferencias es que el sistema nervioso solo gestiona directamente las glándulas y los músculo a través de las fibras eferentes (transmiten la información de dentro hacia fuera). Sin embargo, el sistema endocrino puede controlar la mayor parte de las células del organismo. Por otro lado, los neurotransmisores se mueven a distancias cortas mediante la sinapsis, mientras que las hormonas se tiran directamente a la sangre, pudiendo llegar a cualquier parte del cuerpo. Se puede decir que los efectos de los neurotransmisores son ligeros y cortos, mientras que las hormonas son más lentas y prologadas en sus funciones. Es importante observar el cuerpo como un todo y es aconsejable saber la relación tan estrecha que mantienen con el sistema nervioso. También existen unas células secretoras que tienen órganos diana. Y es necesario saber que son muchas las células que contienen receptores tanto para las hormonas como para los neurotransmisores.
Cuando el cuerpo se entrena, un conjunto de procesos se activan para enfrentarse al estrés que producen los estímulos que recibe. Si el cuerpo está en movimiento se producen adaptaciones en el metabolismo, en el vascular y el respiratorio, en la sangre y en general, en todo el cuerpo. Estas modificaciones se coordinan por el sistema endocrino y el sistema nervioso cada vez que se hace un entrenamiento y hay una recuperación.
¿Qué sucede cuando se hace ejercicio?
Cuando el cuerpo se estimula por encima de los niveles basales, es decir el estado de reposo, los músculos empiezan a contraerse de manera más intensa. Así, se convierten en la parte del cuerpo con más energía y que más oxígeno requiere. En reposo, los músculos esqueléticos guardan la mayor parte de los sustratos requeridos para comenzar y mantener la intensidad del ejercicio físico.
Las reservas de energías del cuerpo, que usan los músculos, se encuentran en los músculos, en los ácidos grasos y en el hígado. Por su parte, los aminoácidos que se consiguen del catabolismo, es decir, de la destrucción de proteínas, se intentan mantener por parte del organismo. Es algo así como que el músculo se come al propio músculo.
Cuando el cuerpo está en pleno entrenamiento, la presión arterial se acrecienta, el corazón lanza más volumen de sangre y con más intensidad y la frecuencia cardíaca aumenta. Por lo que, los pulmones, mediante el sistema respiratorio, recibe y manda más oxígeno a la sangre y los músculos, al mismo tiempo los vasos sanguíneos se dilatan.
Cuando se entrena, el cuerpo sube de temperatura e intenta controlarla sudando, así se pierde agua y sales minerales, los electrolitos. Cuando el ejercicio físico acaba, el cuerpo quiere volver al equilibrio, al igual que la temperatura.
Se hablan así de muchos cambios que produce el ejercicio físico, pero estos procesos se controlan, la mayoría, por el sistema hormonal.
¿Cómo el ejercicio puede controlar el sistema hormonal?
Las hormonas se secretan a través de unos órganos especializados. Los principales son el hipotálamo, la glándula pineal y la glándula tiroides.
El hipotálamo se encuentra en la base del cerebro y controla el sistema endocrino. Controla el funcionamiento de la hipófisis y, en función de la intensidad y la cantidad de estímulo lanza a hacer un conjunto de trabajos y otras a las glándulas endocrinas. La vasopresina, producida por el hipotálamo, controla la presión arterial, e influye en la reabsorción del agua en los riñones, proceso que es bastante importante para controlar un flujo de sangre adecuado y así, disfrutar de unos entrenamientos agradables.
La glándula pineal se encuentra cerca de la mediana del cerebro y crea la melatonina. Esta sustancia influye en el ritmo cardíaco y en controla los patrones de vigilia y sueño. Es así, hacer ejercicio físico permite dormir mejor y estar despierto las horas necesarias. Por ello, los hábitos de alimentación malos y de ejercicio físico desequilibran el sistema.
La glándula de tiroides crea tiroxina que es la hormona que se encarga de iniciar el funcionamiento del metabolismo y producir calor. Por su parte, la glándula paratiroides gestiona los niveles de calcio en la sangre, potenciando la absorción del intestino que, con una práctica deportiva, aumenta la mineralización de los huesos, o la desmineralización cuando se llega a una edad.
Hacer ejercicio físico regularmente conduce a adaptaciones del sistema endocrino. Si se hacen entrenamientos frecuentes, el tamaño de las glándulas suprarrenales aumenta, al igual que su en eficiencia. Pero ¿Qué ocurre cuando no se modifican los estímulos y siempre se hace lo mismo? Que el cuerpo se desmotiva, y se producen más lesiones llegando a alcanzar un estado de fatiga crónica que no crea adaptaciones positivas produciéndose un sobreentranmiento.